Jeroboam, residente de Sereda, fue hijo de Nabat, de la tribu de Efraín. Trabajó en la construcción de fortificaciones durante el reinado de Salomón.
Reconociendo las capacidades de Jeroboam, Salomón lo nombró jefe de la casa de José. Disgustado por la tiranía de Salomón, y dado que cierto profeta predijo que Dios le daría un reino, se rebeló contra Salomón.
Por ello, éste procuró matarlo, lo cual forzó a Jeroboam a refugiarse en Egipto. Muerto Salomón, regresó y halló en el trono a Roboam, hijo de Salomón.
Procurando aliviar la suerte del pueblo, que estaba abrumado de impuestos, Jeroboam tomó su* representación, pero Roboam no aceptó ninguna instancia, y las diez tribus del norte se rebelaron, eligiendo a Jeroboam como rey suyo. Su reinado duró de 922 a 901 A.C.
Pero su gobierno estuvo dominado por sus intereses personales. Para evitar que el pueblo fuera a Jerusalén en su peregrinación anual, revivió dos antiguos lugares de culto en Bet-el y Dan (1 Reyes 12:26-30).
Erigió también una imagen de oro, y el nombre de Jeroboam se volvió sinónimo de maldad por la idolatría que inició.