Joaquín, hijo del rey Josías de Judá, ascendió al trono cuando Faraón Neco aprisionó en cadenas a su hermano Joacaz allá por el 609 A.C. A diferencia de su padre, Joaquín estableció impuestos directos, erigió ídolos e introdujo religiones paganas. Jeremías, profeta de Dios, lo amonestó, previniéndole que su gobierno impío tendría por fruto la destrucción de Jerusalén, pero Joaquín no le hizo caso. Nabucodonosor venció a Faraón Neco, y el imperio cayó en manos de los caldeos.
Luego de otra rebelión contra Nabucodonosor, Joaquín fue echado del trono y sustituido por Joacim su hijo (2 Crónicas 36:8).
Se ignora si fue asesinado, pero se cuenta que su cuerpo fue echado fuera de la puerta de la ciudad y abandonado allí, recibiendo así "sepultura" de asno.