Lidia, prosélita judía, vendedora de púrpura en Tiatira, y seguidora de Dios en Filipos, solía ir a orar a la ribera del río.
Fue allí que Pablo y sus compañeros la hallaron. Oyente asidua, abrió el corazón al Señor (Hechos 16:14). Ella y los suyos creyeron y fueron bautizados, convirtiéndose en los primeros frutos de Pablo en Europa.
Ansiosa de mostrar su gratitud, alojó a los apóstoles en su casa de Filipos después que fueron encarcelados (Hechos 16:15).
El nombre Lidia, común en mujeres de aquel tiempo, quizá se haya derivado del distrito geográfico de Lidia.
Sabemos que después de aquella primera conversión nació allí una iglesia; Lidia se convirtió en clave de una nueva forma de vida para Filipos y para Europa.