Saúl fue el primer rey de Israel, hijo de Cis y miembro de la tribu de Benjamín. Según 1 Samuel 9:2 era de elevada estatura: "de hombros arriba sobrepasaba a cualquiera del pueblo". Desde hacía tiempo Israel quería tener rey; finalmente lo exigió.
Pidieron a Samuel que nombrara rey. Dios reveló a Samuel que un hombre llamado Saúl llegaría a buscarlo, y que ese era el elegido por Dios para rey.
Todo marchó bien hasta que la obstinación de Saúl lo llevó al pecado (un ejemplo consta en 1 Samuel 15.) Dios ordenó a Saúl invadir a Amalec y destruir "todo lo que tiene".
Pero Saúl no destruyó del todo el país. En efecto, su ejército se trajo consigo ganado y al rey; pretextaban que el ganado era para sacrificios y para el rey exhibirlo (Saúl era orgulloso).
Es posible que un hombre cuente con la bendición de Dios y camine con Dios, y no llegue sin embargo a la meta señalada. Aunque elegido por Dios, Saúl cayó por su terquedad y pecado.
Se suicidó después de consultar a la bruja de Endor. Al fin de sus días Saúl reconoció: "He hecho neciamente". Otro Saúl -Saulo de Tarso- dijo al terminar su vida: "He peleado la buena batalla".